viernes, 2 de diciembre de 2011

Scientia et Deus

Hoy y mañana hay exámenes profesionales en mi universidad. Dos días, muchos alumnos, la escuela llena hasta el límite... y la preocupación tangible en todos los rincones de la misma. Ahora, agreguen a eso los exámenes de tercer parcial que están por terminar y tendrán una idea de cómo la escuela está hecha una bomba de emociones que puede explotar en cualquier momento. Así también estoy yo: vuelto completamente una bomba de tiempo. ¿Por qué? Digamos que el hecho de estudiar medicina tiene repercusiones en tu persona. No físicamente (al menos no por el momento, eso vendrá después), sino mentalmente. Ahora les platico el por qué.

Mi escuela, o al menos tres cuartas parte de ella, se proclama atea completamente. Se los resumo con esta frase de mi maestro de anatomía, el doctor Servín: "La presencia de Dios es la ausencia del conocimiento". Tres cuartas partes de mi salón (llegaría a decir que incluso más) está de acuerdo con él. ¿Yo? Ahí reside el problema. ¿En dónde demonios me encuentro? Viniendo de una preparatoria de inspiración cristiana y habiendo tomado clases de formación cristiana, siempre se me dijo que la ciencia y la religión no tienen por qué estar peleadas, que son dos vistas complementarias del mundo en el que vivimos. Llegando a la unviersidad me encuentro que aún está todo estigmatizado, que la religión, en una escuela de medicina, no tiene lugar. Algunos de mis profesores son creyentes confesos (un claro caso: mi maestra de embriología). También algunos alumnos son creyentes. El tema ha surgido muchas veces a conversación entre mis amigos. Muchos son ateos confesos, otros tantos son creyentes. Regreso a mi pregunta: ¿en dónde demonios me encuentro? Lo primero que se me viene a la mente es ésto: me encuentro en crisis religiosa. Si mis padres supieran, probablemente ya no estaría en medicina. Sin embargo, no tienen por qué saberlo. Son cosas mías, no tienen por qué saber lo que ocurre en mi cabeza. A pesar de ello, me siento mal sabiendo que ellos no saben lo que siento.

Supongo que ellos no tienen por qué saberlo. El punto, tal cual, no es ese. Quiero saber en dónde me encuentro yo. ¿Qué es lo que pienso? ¿En qué creo? Muchas veces pienso que aquella relación que me enseñaron en preparatoria, aquella utópica relación que todo científico añora, es solamente eso: una utopía.