miércoles, 30 de noviembre de 2011

Finales, finales y más finales!

Regreso después de una ausencia algo prolongada a mi pequeño santuario.


Estoy a punto de terminar mi primer semestre de carrera... o algo similar. Sea como sea, el semestre está por acabar. ¿Qué he aprendido? Muchas cosas, en verdad muchísimas. Sin embargo, unas son más valiosas que otras. Estoy sentado en la plaza de mi escuela a 1°C, con las manos descubiertas y portando un suéter blanco, la bata, mi gabardina negra y una bufanda. El pasto está congelado. Supongo que tienen alguna idea del frío que hace. Se preguntarán por qué no estoy en un salón de clase. La respuesta es muy sencilla: no estoy haciendo un examen.

No se preocupen, no me sacaron del examen. No soy un alumno que estaría aquí si le hubieran retirado el examen. Las cosas son un poco más sencillas pero algo más difíciles de creer: la doctora que nos imparte embriología decidió exentarme del examen del tercer parcial. ¿Sorprendidos? No creo que estén más sorprendidos que un servidor. Literalmente me temblaban las manos cuando la maestra me dio la noticia y me dijo que podía retirarme del salón. Torpemente lo hice, y aquí me encuentro, sentado, en medio del frío, con el celular a punto de congelarse y mis dedos igual. Es tan... extraño.

Es semana de exámenes de tercer parcial, y la semana siguiente comienzan los examenes finales (extraordinarios, para mi escuela). No presentaré alguno de ellos por razones que... pues, simplemente no funcionaron como pensé que lo harían. Por eso estoy como estoy: confundido, feliz, y sumamente satisfecho. Es impresionante que los mismos doctores que te imparten clase se den cuenta de lo que eres y que te lo hagan saber sin siquiera tú saberlo. Te hace sentir bien y, en mi caso, me doy cuenta de que muchas cosas se ganan con esfuerzo y trabajo, sin alardeos y sin presunciones. Supongo que así será mi carrera: trabajo arduo, largas horas sin dormir, temas incomprensibles al principio y, después de todo ello, una recompensa del tamaño del mundo, de tu mundo. Saben, siempre se dice que el mundo es tan grande como tú quieras. Si posees una visión pequeña del mundo, tu mundo será completamente limitado y estrecho. Si eres de aquellas personas que se dedica a soñar, a buscar siempre el horizonte y aspiras a algo más que un pequeño mundo, te darás cuenta de que es cierto: el mundo es tan grande como tú lo desees. Un gran amigo mío comentó una vez que estaba listo para comerse al mundo. Yo le respondí que debía comerse al mundo antes de que éste se lo comiera a él. Francamente, las cosas son así: tienes que estar preparado para lo que la vida te lance, porque puede ser que te lance una curva y tú no estés listo para atraparlo. Cuando estudiaba en la secundaria, yo pensaba que el mundo era perfecto. Vivía en mi pequeña burbuja color rosa. Cuando ingresé a la preparatoria, las cosas cambiaron. Me dí cuenta de que el mundo no era como yo creía, que mucha gente sufría y moría diariamente sin que los demás supieran. Momentos así marcan tu vida. Cuando tienes una revelación, lo mejor que puedes hacer es seguir tus instintos. Aquel momento marcó mi vida eternamente, y lo primero que hice fue seguir mis instintos. ¿A dónde me llevaron? A donde estoy ahora: estudiante de medicina de primer semestre, sentado en medio del frío escribiendo una entrada a su blog porque quiere compartir lo que siente, lo que piensa y lo que ha vivido.

Disfruten su día y recuerden que ustedes son los autores de su propia historia, no alguien más.